viernes, 28 de noviembre de 2008

El primer baúl (parte 2)

Fue entonces cuando comenzó ese terrible dolor de cabeza, el primero de tantos que vinieron después. Actuaba como una especie de advertencia. Cuando más pensaba en como iba a hacer lo que había previsto, más apretaba el muy cabrón.
Ese maldito me acompañó a coger el ascensor que me llevaría al lugar donde mis sueños se habían empezado a apagarse. También me acompañó cuando se abrió la puerta en el piso treinta y dos, y mientras cruzaba ese pasillo flanqueado por todas las especies depredadoras del mundo laboral.
Sólo consiguió calmarse cuando alcancé mi pequeño reducto de intimidad, altar de mi rutinaria rendición a la vida material y "correcta"... mi despacho.

Me quedé allí sentado, recapacitando, intentando buscar alguna excusa que me impidiera dar el paso siguiente.
Aquello siempre funcionaba, siempre encontraba alguna razón, por miserable que fuera, que frenara mis impulsos. Pero esta vez lo tenía demasiado claro. No había ninguna razón, ninguna, que me obligase a cambiar de parecer. Así que me concentré en la forma de descargar mi frustración.

Lo principal era salir del despacho enseguida y alcanzar el pasillo. Después había que dirigirse con paso firme al despacho del gran jefe. Por último, había que entrar en él y, con voz firme, hacer una declaración de principios lo más escueta y directa posible; saliendo de allí con el mismo aire decidido con el que se había entrado, sin dejar tiempo a replicas (ésto era algo que había leído en un manual sobre el perfecto ejecutivo. La primera en la cara).

Bien, con ese aire insolente que me otorgaba mi posición en esos momentos, salí del despachoy alcancé el pasillo.

Sin dejar que mi cabeza cediese ni un centímetro ante la gravedad me planté en el enorme despacho del jefe. Entré con decisión (igual que en manual) y, sin darle tiempo a reaccionar, empecé mi perorata...

No hay comentarios: