viernes, 12 de diciembre de 2008

El segundo baúl (parte 3)

Creo que nunca una ducha me había sentado tan bien. La mente completamente en blanco. Sólo el agua cayendo por mi cuerpo y los ojos cerrados. Perfecto.

Después de esos minutos reparadores me encontraba bastante mejor. El dolor de cabeza había remitido. También las ganas de hacer el primo y el pensar en cosas demasiado trascendentales.
Ya era la leche estar jodido como para, además, recrearme. La cuestión era empezar a vivir un poco.

La sesión de "yoga acuático" me llevó a la conclusión de que lo mejor sería irme de allí. No sólo de casa de mi amigo, sino de la ciudad... incluso del país.
No quería que nada me recordase mi vida pasada.
Las maletas estaban aún sin deshacer, y por el dinero no debía preocuparme, tenía más que suficiente para pasarme una buena temporada a remojo en leche de cabra.
Oh, tío. Me estaba enamorando de la idea. Recordaba mis tiempos de irreverente fantasía adolescente. Mis tiempos en lo alto del guindo.
Estaba dispuesto a recuperar lo perdido debido a mi errónea elección de vida en sociedad, haciendo realidad, si no todas, sí gran parte de aquellas ensoñaciones puberales.

La época del renaciemiento ya estaba elegida. Ahora tocaba exprimir todo lo que la situación actual en casa de Parker me podía ofrecer.
Sería un comienzo magnífico.

Aún iba en gallumbos cuando me senté de golpe en el sofá. Allí estaba mi amigo.

- Fiesta -eso fue lo que salió de mi boca.

- ¿Qué?.

- Hagamos una fiesta, tío -Parker abrió y cerró la boca varias veces sin emitir sonido alguno. - Ya sé que es tu casa, pero no me negarás que la idea es golosa.

Pasaron unos segundos en los que la cara de Parker iba matizando su expresión. Primero los músculos de la frente se fueron relajando, la mandíbula cerrando y los hombros volvieron a recuperar la posición natural, alejados de las orejas. Después, todo ello se tensó de nuevo para, esta vez, mostrar un gesto que serviría de boceto para el que horas más tarde adquiriría.



CUANDO QUEDEN UNAS LÍNEAS POR LEER, EMPEZAR A ESCUCHAR "Shoot The Runner" de Kasabian.

jueves, 11 de diciembre de 2008

El segundo baúl (parte 2)

Mi dolor de cabeza había aumentado. Esa sobredosis de pensamientos puros la habían hecho trabajar demasiado. Aún así, logré vencer a la gravedad y me puse de pie.
Cuando conseguí que mis ojos enfocasen fue cuando me atrevía a dar el primer paso en esa habitación.

Me dirigí al amplio ventanal. Éste daba a una terracita que miraba a la calle principal. Me vendría bien un poco de aire fresco.

Hacía mucho calor. En apenas unos segundos ya estaba sudando. Fue entonces, al sentir como una gota de sudor se deslizaba por mi pecho, cuando me di cuenta de que estaba completamente desnudo. Allí, delante de toda la ciudad.

Una sonrisa desafiante empezó a dibujarse en mi cara. Mi corazón palpitaba. Era emocionante. Una sensación nueva. Un escalofrío atravesando mi cuerpo.
Necesitaba hacer algo.
Estiré los brazos. Los puse en cruz. Abrí ligeramente las piernas para tener así mejor base de sustentación. Tomé aire y grité.

Dios mío. Qué feliz me sentí. Todos los viandantes contempleban mi incoherente reacción.
Allí como estaba, desnudo encarándome a la ciudad, me veía como el rey del mundo, capaz de hacer lo que me viniese en gana.

¿Quién era esa gente que me miraba con asombro? ¿Qué podían hacer ellos para impedir que todo lo que yo deseaba fuese mío?
Después de ésto, sólo pude volver a reir y seguir desafiando a aquella gente.

Llevaba un buen rato asomado. Casi un cuarto de hora. Ya se habían reunido un gran número de personas debajo del balcón, así que decidí que ya era suficiente. Entré en la habitación.

Pese a todo lo que había hecho en la terraza no me acababa de sentir del todo bien. Y no era porque la maldita cabeza no cejase en su empeño de volverme loco con sus continuos golpeteos. Era simplemente porque no podía dejar de pensar en lo que haría a partir de ahora. No era el cuestionarme la metafísica o la conveniencia de mis actuaciones, sino el decidir cuales debían de ser esas actuaciones.
Ya tenía claro que habría que reconducirse, pero me faltaba tomar rumbo.

De momento sería bueno refrescarme un poco. La llamada de la ducha fría. Nada de pensar.
Me puse los calzoncillos y cogí una toalla del armario.
Al salir por la puerta me encontré de frente a Parker. Estaba a punto de llamar.

- Veo que vas a darte una ducha Venía para comprobar el estado en el que te encontrabas. Ayer terminamos un poco perjudicados... Sólo quería saber si aún respirabas -empezó a reirse, aunque no de forma enérgica. Se notaba que su cabeza le martirizaba también. Continuó hablando.

- Cuando estés limpio me gustaría saber qué es lo que tienes pensado.

- No tengo ni idea colega, no tengo ni idea. Pero luego hablamos. Creo que si no me meto bajo el agua ahora mismo, me voy a caer redondo.



INDISPENSABLE CON LA LECTURA... "Untouchable" de Rialto.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El segundo baúl

La claridad que entraba por la ventana distrajo de forma repentina mi enloquecido sueño.Abrí los ojos obligado por la intensa luz de la mañana. Todo me daba vueltas. Opté por esconderme debajo de la almohada.En esos momentos, mi deseo más profundo era que alguien apagase el sol y que todo lo que inevitablemente se me vendría encima, pasase de largo.Pero tratar de escabullirme de todo aquello era completamente imposible. Así, primero el dolor de cabeza, y, a continuación, unas horribles nauseas, descubrieron mi escondrijo.Traté entonces de levantarme, con lo que a todos los horrores anteriores, se unió una aguda sensación de flaqueza que casi consiguió tirarme de la cama. Afortunadamente, mi peso hizo que me desplomase ora vez sobre ella.No sentía ni mis brazos, ni mis piernas. Apenas sentía el movimiento de mi pecho al respirar. Sólo era consciente de la existencia de mi cabeza y, por momentos, de mi garganta.

Joder, hacía años que no me sentía tan acabado. Estaba muerto. Seguro que si en ese preciso momento hubiese visto reflejada mi cara en un espejo, tendría que pellizcarme para convencerme de que aún pertenecía a este mundo...

... ¡Pero menuda tontería! Una enorme tontería desde luego. ¿Cómo podía estar pensando semejante cosa?

...¡Estaba vivo! Si me sentía así de destrozado era porque estaba comenzando a vivir. Me estaba quitando el caparazón de hastío que me dominaba. Y eso era mucho peso.
Los años pasados, llenos de monotonía, vacíos de sufrimiento físico habían sido enmascarados por esos grandes agujeros negros en los que se llegaron a convertir mi corazón y mi mente... y me sepultaron.
El escarbar buscando la salida iba a suponer vivir momentos como los que ahora me tocaba padecer. Todo debía sufrir una remodelación.

Estaba muy claro. Necesitaba sentir esos dolores y nauseas. Sufrirlos hasta quedar exhausto. Y después tendría que seguir y seguir castigando mi cuerpo.
La redención pasaba por desenmascarar esa tolerancia física, padecer, machacar mi cabeza, mis brazos, mis piernas. Todo.
Necesitaba quitarme ese antiguo armazón. Era vital romperlo para poder respirar, para volver a nacer.

Vivir.

Y entonces, en ese supuesto espejo, que unos instantes atrás me habría devuelto un reflejo turbio y carente de esbeltez, ahora vería luz. Un magnífico brillo de vida.
Y si en ese instante me volviese y observase el nuevo sendero que había empezado a recorrer, vería una huella más detrás de mi.


LEER ACOMPAÑADO DE "Devil´s Haircut" de Beck

martes, 9 de diciembre de 2008

Una mañana cerca de Verdún

Durante la noche, el aire helado había penetrado en él hasta llegar al mismísimo tuétano. La situación, ahora que ya había amanecido, no era mejor.

Los alemanes parecían estar tan hastiados y exhaustos como ellos. Tras una semana de constantes ataques, llevaban tranquilos un par de días. Un poco de tranquilidad no venía nada mal, desde luego, pero Moncassy casi prefería que se iniciase una pequeña refriega, un poco de movimiento para entrar en calor. Ese frío era insoportable.
Además, pasase lo que pasase, él sabía que no iba a morir. No en combate. No en ese frente.

Su regimiento había sufrido la mayor parte de la carga enemiga durante los ataques, y estaban en cuadro. La cuenta de los caídos la había perdido hacía tiempo.

El último había sido Jean Phillipe, un joven imprudente de Tours al que apenas conocía. Le volaron la cabeza al encender una vela al borde de la trinchera esa misma noche.

Al pensar en él le vinieron a la mente algunos de los que ya no estaban con ellos.
Paul y su armónico y constante canturreo, Armand y sus bigotes infinitos, el callado Benature... tantos.

En la trinchera reinaba el siencio. Sólo se podía oir el casteñetear de los dientes de los reemplazos, poco acostumbrados a tantos días a la intemperie helada y aún con el estrés de sus primeros encuentros con la primera línea enemiga.
En cuanto a los veteranos, los más, dormían, el resto estaban a sus cosas. Algunos revisaban el equipo, otros escribían cartas a casa, y los había que simplemente se preguntaban en voz baja cuando les tocaría volver con los suyos, cuándo acabaría todo.

Fue entonces cuando uno de esos silbidos cruzó el cielo. En unos segundos la tierra empezó a temblar y retorcerse.
Moncassy entendió que esta vez iba a tocar salir de la trinchera. Estaba preparado.

Cuando el capitán hizo sonar su silbato, él fue el primero en saltar sobre los sacos terreros, y el primero en cruzar la alambrada y llegar a campo abierto.

Según avanzaba todo era humo y tierra. No podía ver nada. Y algo le tiró de espaldas. Fue como chocar contra una pared.
Le costaba respirar y era incapaz de mover ni un músculo. El frío volvía a gobernarle. Se dió cuenta de que estaba herido, era posible que gravemente.

Y rió.

Porque sabía que no iba a morir. No en ese frente. No tan cerca de Verdún.



PONER ALGO DE Satie.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Segunda licencia a lo etéreo

Es el humo.
Es ese cigarrillo que se consume.
Es la cerveza abierta.
Es la melancolía en la música.
Es la incertidumbre, la espera, la soledad.

Es el piso vacío.
Es cuando el teléfono no suena.
Es la cama vacía.
Es cuando tu voz no me somete.
Es la necesidad cuando algo falta.

Es una imagen.
Es eso mil veces en mis sueños.
Es lo cotidiano.
Es el ver sin tocar.
Es ahora, el no escuchar.

Son mis nervios.
Son dos noches sin dormir.
Son los días y las noches.
Es un océano de lágrimas,
que se escurre entre mis dedos,
porque te tengo y no te tengo.


SERÍA BUENA IDEA COMBINARLO CON EL "Let It Down" de George Harrison.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El primer baúl (parte 8)

Vacié mi copa de un trago, decidido a enchufarme cuanto antes la siguiente, y así tratar de olvidar o, por lo menos, aparcar a un lado esos momentos de estupidez. Me di cuenta de que lo mejor era agarrarme una buena curda y pasar la noche riendo.

Parker se estaba preparando ya su próximo lingotazo, así que le pedí que hiciese otro para mí.Angela se levató entonces del sofá. En apariencia, si no conseguías atisbar su expresión de derrota, daba la impresión de que, con su resolución, iba a destrozar a mi colega. Pero nada de eso. Cuando llegó a nuestro lado se limitó a decirle que iba a recoger sus cosas, que le dejaría su teléfono en la mesilla de la habiación, que la llamase enseguida... Luego vino una mirada de súplica, una de las que anhelaban respuesta de espléndido cariño, de verdadera comunicación y comprensión.
Parker, cuyos labios permanecían pegados al vaso de whisky, se limitó a hacer un gesto de extrema indolencia. Ni siquiera la había mirado mientras ella le hablaba. No me dio la más mínima lástima.Vacié mi segundo whisky de un trago.

Angela desapareció del salón. Tenía que salir pronto de aquella casa para poder llorar a gusto.Cuando la vovimos a ver estaba ya en la puerta del apartamento intentando encontrar una buena frase, un frase lapidaria con la que despedirse de su amante. Estaba realmente nerviosa y no le salió nada, así que puso cara de enfado y dio un portazo tras de sí.

Parker y yo nos miramos durante un instante intentando contener la carcajada dentro de nosotros, pero cuando llegó el instante siguiente, fracasamos, y nuestras risas llenaron la habitación.Conducido por ese inercial flujo de cachondeo le conté a Parker, entre alegres sollozos, lo que había pasado con Nadine (ese era el nombre de la bruja). Eso no hizo más que prolongar ese momento, pues ambos empezamos a rajar de la condenada mujer con una pasión casi orgásmica.

Y así nos condujimos casi dos horas, llevando la conversación hacia temas aún más vacuos,y acompañando el viaje con más y más whisky.

Encontrándome en un grado etílico considerable, decidí que había llegado el moento de empezar a darle a las birras del 7-Eleven.
Al segundo intento logré desembarazarme de la atracción del sofá y, tambaleante, entré en la cocina.
En un minuto estaba de vuelta en el salón, con una sonrisa de oreja a oreja y con seis botes de cerveza en las manos. Me senté en frente de Parker y dejé el material en la mesa.
Noté que no dejaba de observarme. Le miré. Parecía preocupado.

- Y ahora, ¿qué vas a hacer?
- Beber -sabía lo que habia querido decir.

Cogí una cerveza, la abrí y le di un buen sorbo.

PROBAR CON "Meanwhile, Rick James" de Cake.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El primer baúl (parte 7.2)

Mientras elaboraba mi primer intsrumento de diversión, observé el acoso al que estaba siendo sometido Parker. Angela no dejaba de sobarle. Pero besos y caricias eran recibidos por él con total indiferencia, tanta, que se levantó del sofá deshaciéndose del último arrumaco de su pegajosa "partenaire" para servirse otro whisky.

Sólo yo me di cuenta del gesto de derrota y frustración que escondía la chica detrás de esa sonrisa complaciente.
Creo que notó que la había descubierto, y eso me inspiró un repentino sentimiento de lástima y compasión hacía ella. Se esforzaba en parecer de esas que lo único que buscan es un paquete completo, pero lo que conseguía al fin y al cabo, era mostrar el patetismo de una mujer sedienta de una pizca de bondad de un hombre al que le importaban un cuerno ella y sus circunstancias, un hombre que ni siquiera recordaba su nombre.

Ese sentimiento se paseó por mi cabeza un par de segundos, el tiempo que tardó ésta en expulsarlo para siempre.
El problema era exclusivamente de ella, así como la culpa de verse envuelta en esa situación. Que apechugase con sus problemas ella solita, o, al menos, que no se le pasase por la cabeza compartirlos conmigo. Bastante tenía yo con lo mío.

Pensando en ello se formó en mi cara una sonrisa malvada y burlona, y retumbó en mi interior una terrible carcajada (del tipo atribuible a Vincent Price). "¿Cómo podía ser tan cabrón?", pensé.
Otro pensamiento de un par de segundos.
Tenía gracia la cosa, de mártir a cabrón en tan solo unas horas. Ninguno de esos papeles me gustaba, en ninguno de esos extremos me encontraba cómodo.
Todo sería andar jugando con los dos a ver si me aclaraba algo el tarro.


OS DOY ESTAS OPCIONES DE ACOMPAÑAMIENTO:
-"Get Out While You Can" de Starsailor.
-"The Trick Is To Keep Breathing" de Garbage.

VALIDOS PARA LA PARTE 7.1 TAMBIÉN.

El primer baúl (parte 7.1)

Cerré los ojos.

Ya empezaba de nuevo. Sobre mí volvían a caer los últimos años de ese claustrofóbico aislamiento de ideas, ideas que antes se asentaban y me otorgaban la libertad suficiente para gritar y disfrutar de la incoherencia que gobernaba mis actuaciones.
¿No era posible olvidar el pasado y agarrar el presente por el cuello hasta arrebatarle el suspiro final, exprimir hasta la última gota de vida?
Realmente en esos momentos no me veía capaz de acometer tal empresa... Era preciso algo de riesgo, ¿no era eso en lo que quería envolver mi vida? Quería algo que me sorprendiera, no tener límites. Un presente y un futuro hecho a base de vivir. Se había acabado el permanecer inerte ante todas las cosas que se empeñaban en golpearme la cabeza una y otra vez.

Sonreí.

Abrí los ojos.

Allí estaba. De regreso en el mundo de los vivos. Con Parker, con Angela y con un pack de cervezas entre los brazos.
Era hora de empezar a disfrutar de la libertad. Lo primero era meter las birras en la nevera.
Una vez cumplida la primera misión regresé al salón. Hice una parada técnica en el mueble-bar. Una copa no me vendría mal. Saqué un vaso del armarito, dos cubitos de la cubitera y vacié sobre ellos dos dedos de un whisky extraordinario.


ESTARÍA BIEN EL "Within You Without You" de The Beatles... AUNQUE PUEDE RALLAR, OJO.

martes, 2 de diciembre de 2008

El primer baúl (parte 6)

Antes de llegar paré en un 7-Eleven a comprar las cervezas. No me gustan nada esos sitios, y menos por la noche. Su falta de sensibilidad me produce escalofríos... y esos niñatos mascachicle en la caja... sin comentarios.
Agarré un pack de doce cervezas y regresé a las calles. En cinco minutos estaba delante de la casa de Parker.

Vivía en el tercer y cuarto piso de una casa de apartamentos en el centro de la ciudad. Una zona bonita, aunque demasiado tranquila para lo que a él le gustaba. De todas formas seguía allí. Era su lugar de meditación, el "reposo del guerrero", como solía decir.
Y allí estaba yo ahora, llamando a la puerta, esperando que ese también fuera mi lugar de meditación.

Parker tardó un poco en abrir. Siempre se tomaba las cosas con mucha calma. Se lo podía permitir, su posición era del todo envidiable. Estaba forrado gracias a una única inversión afortunada y eso le había proporcionado la posición perfecta para matizar y llenar de significado la palabra "vividor" durante estos últimos años...
Y allí estaba, justo delante, en camiseta y pantalón de deporte, con su eterna sonrisa y su eterno vaso de whisky en la mano.

-Bueno tío. Ya estás aquí...¿las birras? -le mostré la bolsa del 7-Eleven- Bien, se me acabaron anoche... Pasa, pasa.

Un tipo tranquilo Parker. Siempre hablaba de forma pausada, con cierto aire de dejadez, como restándose importancia.
Era consciente de que aquello atraía a muchas mujeres, y combinándolo con el dinero que llovía en su cuenta corriente, su teléfono no dejaba de sonar y su alcoba nunca estaba vacía.
Ni siquiera en ese momento estaba solo. Según entré en su casa, una morena espectacular bajaba las escaleras que, en sentido inverso, subían al suntuoso cuarto de mi amigo.
Él se percató de su presencia y nos presentó.

-Ésta es... -evidentemente se habñia olvidado de su nombre... si es que alguna vez lo había sabido.
- Angela -respondió ella. No parecía importarle demasiado que no recordase su nombre.

La saludé con una sonrisa. Ella me devolvió el saludo con una mirada indiferente, con una condescendencia y pasotismo que me hirvió la sangre. Yo no estaba para gilipolleces de ese tipo, pero estaba en casa de Parker y ella era la tía que había pasado la noche allí. Así que me tragué la mala leche y sonreí de nuevo.

Pensé que ella no iba a quedarse demasiado. Nunca lo hacían. "Una noche y basta" era la idea de mi amigo y, hasta cierto punto, yo estaba dispuesto a seguirla. Ojalá tuviera esa sangre fría y esa claridad de ideas.
Me vendría bien tomar unas notas ¿Dónde estarían mi block y mis lapiceros? Hacía tanto tiempo que no escribía una línea que no sabría si sería capaz de acordarme de cómo se utilizaban... Mi inspiración hecha añicos. Cada día que trascurría era un pisotón a mi inventiva, a mi capacidad de improvisación. Cada día que pasaba era una zancadilla a mi vida.



YO ME LA JUGARÍA COMBINADO ESTA LECTURA CON "Bus Stop Boxer" de Eels.

lunes, 1 de diciembre de 2008

El primer baúl (parte 5)

- Parker... ¿Estás haciendo algo?... ¿no?... Vale tío, cojo unas cosas y voy para allá... No, no, no pasa nada... Sí... Vale... Llevaré unas cervezas.

Bien, ya tenía un plan. Volvería a casa, cogería unas cosas e iría a ver a Parker. No es que fuera un gran comienzo, pero era un comienzo al fin y al cabo.
Me despejé un poco, encendí el cd y conduje de vuelta a casa.

Realmente había estado conduciendo un huevo. Tardé casi tres horas en llegar.
Por fin a pagué el motor del coche en el garaje y entré en mi nada humilde morada.
Y allí estaba la bruja. Nada más cerrar la puerta tras de mí, mirándome con un odio nada disimulado.

-¿Dónde has estado? -me espetó- ¿Has estado con una furcia, verdad? Seguro que fue esa chica nueva, la rubia, esa "monada" de la fiesta de los Fansworth... ya...

Me horrorizó la falta de originalidad de aquella mujer a la que, posiblemente, algún día había apreciado ¿Dónde estaba su autoestima? ¿Acaso pensaba que aquello era lo único que podía hacerme llegar tarde a casa? ¿Acaso creía que aquel era el único motivo que podía tener para alejarme de ella?
Cada vez soportaba menos a esa mujer de diseño, que seguía gritando y blasfemando con esa boquita tan linda.
Mientras me dirigía a nuestro cuarto para recoger algunas cosas, no pude evitar que mi cara mostrase un gesto de total repugnancia hacia ese ser que chillaba y sacudía los brazos ante mí.

Con total parsimonia bajé una de mis maletas del altillo de nuestro lustroso armario de roble y comencé a sacar ropa de los cajones. Lo justo para pasar tres o cuatro días en casa de Parker. No necesitaba más. La idea de alejarme de esa mujer, que seguía gritándome como una loca, hacía que la maleta se llenara casi por si misma.
Cuando por fin la cerré, me dirigí al cuarto de baño. Quería ver por primera vez en mucho tiempo una sonrisa. Pero lo que vi no fue una simple sonrisa; mi boca se había convertido en una inmensa caverna de la que salía toda la enrabietada felicidad que había estado oculta, alejada de mi mundo desde épocas inmemoriales.
Podía sentir cómo invadía aquel cuarto y se esparcía por toda la casa, trepando por las paredes, ahogando cualquier atisbo de tristeza.
Y noté la fugaz presencia de un enorme silencio tras ella... De golpe cerré mi boca, no estando seguro de si algo de aquella energía desgarradoramente positiva y renovadora aún permanecía en mi interior.
Me quedé unos instantes así, mirando al espejo con la boca cerrada y esbozando la sonrisa, y al fondo, tras de mí, de pie, inmóvil, estaba una de las pruebas de mi desfachatez pasada, de mi autocomplacencia y conformismo.

Tenía que dejar todo aquello de una vez. Agarré la maleta y dirigí mis pasos hacia la puerta. Ella no dijo nada. Ya había gastado toda la batería de insultos e inconveniencias, ahora sólo me miraba mientras abría la puerta y me largaba.
Dudo que ella llegara a soltar una lágrima. Así pues, me senté al volante, tiré la maleta eb el asiento de al lado y metí el "Disraeli Gears" de Cream en el cd.
Arranqué.

La casa de Parker no quedaba lejos, así que me lo tomé con calma. Quería seguir disfrutando de la música que se iba deslizando hacia mi a través de los bafles...



COMO A LA MITAD... EMPEZAD A COMPAGINAR LA LECTURA CON "World Of Pain" de Cream

domingo, 30 de noviembre de 2008

El primer baúl (parte 4)

Cuando salí al parking, el día gris en el que me desperté se había convertido en un precioso día soleado y alegre. Era como el anuncio de un nuevo comienzo. Era justo lo que estaba esperando degustar.
Esbozando una sonrisa, que en segundos ya era carcajada, liberé mi coche de la mirada altiva de los estirados deportivos que lo escoltaban en el aparcamiento y me largué de allí.
Al salir me despedí de Benny deseándole buena suerte. Me sonrió. Parecía que supiera lo que había sucedido arriba y que por ello me estaba dando su aprobación.

Ya en la calle metí en el cd del coche el "Hunky Dory" de Bowie y aceleré.
Mientras acompañaba a Bowie voz en grito, empecé a sumergirme en un estado de satisfacción plena como hacía tiempo que no hacía. Concluí que podría pasarme el resto de mi vida conduciendo y cantando, descubriendo lugares nuevos, abriéndome nuevas fronteras y así olvidarme de todo lo anterior, de mi vida tan banal y oscura.
Así, decidí que seguiría conduciendo hasta que se hiciera de noche para no disipar esos sueños de realización completa que, acompañados de una gran banda sonora, invadían mi cuerpo en esos instantes.
Embuído en ese estado de semiinconsciencia pasé de largo la hamburguesería y salí de la ciudad.

No sé cuanto tiempo estuve empujando mis pensamientos lejos de la ciudad hasta que me percaté que había anochecido. Era la primera vez en mucho tiempo que gozaba de unos momentos para mí. Me sentía bien, tremendamente relajado y sereno.
Por fin había respirado vida, tenía los pulmones llenos de ella, y la sangre se había encargado de llevarla al resto de mi cuerpo.
Un renacimiento. Un nuevo camino que tomar.

Un nuevo camino que tomar, sí, pero por dónde empezar. Llegó un escalofrío y un pequeño mareo. De repente estaba perdido. ¿Qué hacer ahora?.
En un acto reflejo cogí el teléfono móvil y marqué un número de memoria. Contestó una voz masculina.



PONER "Queen Bitch" de David Bowie EN EL WINAMP Y EMPEZAR A LEER.

sábado, 29 de noviembre de 2008

El primer baúl (parte 3)

..."yo no quiero convertirme en alguien como usted. Me da asco".

Después de esto, le clavé mi mirada creciente en rencor y odio durante unos segundos, abrí la puerta y me largué -en ese momento el manual estaba ya roto y ardiendo en una papelera.

Mientras iba por el pasillo escuché como el tío empezó a chillar mi nombre. Por fin salió, tenía que demostrar a los demás que no era un patán, y me gritó que recogiera mis cosas, que estaba despedido y que bla, bla, bla.
Ni siquiera volví la mirada, ya hacía un tiempo que no le prestaba la más mínima atención. Tampoco tenía intención de recoger nada de allí. Que se quedasen ellos con su basura de ejecutivo, yo no la quería para nada.

Llamé al ascensor. Mientras esperaba comprobé como todos los buitres, que hacía un momento habían salido de sus jaulas, volvían a ellas por miedo a que el gran jefe (que ahora se erguía desafiante en medio del pasillo) la tomara con ellos... cobardes.
Aquella escena me resultaba patética. Se me erizó el vello de la nuca al darme cuenta que yo podía haber sido uno de ellos, fantoches que sólo aparecen cuando huele a sangre y que desaparecen cuando empieza el peligro. Me asqueaba el mero hecho de pensarlo.

El ascensor llegó. Entré. Al tiempo que sus puertas se cerraban percibí el último intento de mi ex-jefe de mantener su autoridad ante el resto.
Ese cretino no se daba cuenta que había perdido. Todos lo habían hecho.

Al llegar a la planta baja lo único que me rondaba era una hamburguesa grande y apetitosa, al estilo de la "Gran Hamburguesa Kahuna" que Samuel L. Jackson se zampaba en Pulp Fiction.
Decidí pues pasarme por la hamburguesería de la calle 52, la mejor de la ciudad. Estaba realmente lejos, pero que importancia tenía. Todo el día era para mí, podía hacer lo que me viniese en gana.


INDISPENSABLE CON LA LECTURA... "Spread Your Love" de Black Rebel Motorcycle Club.

viernes, 28 de noviembre de 2008

El primer baúl (parte 2)

Fue entonces cuando comenzó ese terrible dolor de cabeza, el primero de tantos que vinieron después. Actuaba como una especie de advertencia. Cuando más pensaba en como iba a hacer lo que había previsto, más apretaba el muy cabrón.
Ese maldito me acompañó a coger el ascensor que me llevaría al lugar donde mis sueños se habían empezado a apagarse. También me acompañó cuando se abrió la puerta en el piso treinta y dos, y mientras cruzaba ese pasillo flanqueado por todas las especies depredadoras del mundo laboral.
Sólo consiguió calmarse cuando alcancé mi pequeño reducto de intimidad, altar de mi rutinaria rendición a la vida material y "correcta"... mi despacho.

Me quedé allí sentado, recapacitando, intentando buscar alguna excusa que me impidiera dar el paso siguiente.
Aquello siempre funcionaba, siempre encontraba alguna razón, por miserable que fuera, que frenara mis impulsos. Pero esta vez lo tenía demasiado claro. No había ninguna razón, ninguna, que me obligase a cambiar de parecer. Así que me concentré en la forma de descargar mi frustración.

Lo principal era salir del despacho enseguida y alcanzar el pasillo. Después había que dirigirse con paso firme al despacho del gran jefe. Por último, había que entrar en él y, con voz firme, hacer una declaración de principios lo más escueta y directa posible; saliendo de allí con el mismo aire decidido con el que se había entrado, sin dejar tiempo a replicas (ésto era algo que había leído en un manual sobre el perfecto ejecutivo. La primera en la cara).

Bien, con ese aire insolente que me otorgaba mi posición en esos momentos, salí del despachoy alcancé el pasillo.

Sin dejar que mi cabeza cediese ni un centímetro ante la gravedad me planté en el enorme despacho del jefe. Entré con decisión (igual que en manual) y, sin darle tiempo a reaccionar, empecé mi perorata...

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El primer baúl

No deja de sorprenderme la forma en que todo comenzó.
El modo en el que ella me preguntó si no era ya tarde para ir a trabajar fue lo que desencadenó los posteriores acontecimientos; el que ahora me levante con tremendos dolores de cabeza y con ganas de quitarme de en medio.

Sí, era tarde para ir a trabajar. Sí, me había dormido. Pero parecía que ella no tenía claro que yo aun no era un robot, y que, tras siete años trabajando unas doce horas diarias, era posible que mi maquinaria dijera basta, aunque fuese sólo por un día.

Pues no, ella no lo comprendía. Por eso empezó a soltar chorradas por esa boquita impertinente, herencia de su madre -un ser demoníaco de las altas esferas de la ciudad, una devoradora feroz de hombres e ideologías que se había pasado media vida chupando pollas y la otra media disfrutando de su sabor, el dinero.
Su hija -mi novia- había recibido de ella su cuerpo y su arte de seducción, y de su padre únicamente su dinero y la tontería que éste lleva consigo.

Visto que esa zorra no se iba a callar de ningún modo, decidí pasarme por el trabajo y aguantar la bronca del jefe (cualquier cosa era mejor que estar escuchando las gilipolleces que soltaba la malcriada esa).
Así que me levanté de la cama, me pegué una ducha conscientemente larga y me vestí tan elegantemente como lo había hecho los últimos siete años.


Cuando me senté en el coche y lo puse en marcha me pregunté por qué seguía con ella. En cuanto salí del garaje me respondí que era por falta de tiempo, no tenía tiempo para intentar salir de esa vorágine carnívora. Realmente triste. El problema era todo, no sólo ella. Nada estaba en su sitio y ya iba siendo hora de hacer algo al respecto.

Atravesé las calles sin darme cuenta de por donde iba, con la seguridad de que, sin duda, acabaría delante del edificio donde estaba mi oficina.
Así, como un zombi, llegué al parking. Allí estaba Benny para saludarme, como siempre.
Pero enseguida lo de siempre iba a dejar de serlo.



PONER EN EL AUDIO "Dolphins were monkeys" de Ian Brown.

martes, 25 de noviembre de 2008

Primera licencia a lo etéreo

Cuando el misterio hace resurgir
las cenizas que dejaron aquí,
nunca se volverá a repetir,
pues otro destino ha de comandar ese barco.

Guiado con ojos de perla,
voz de mando serena
y porte recio y gentil.
Cual sirena ordena,
y bajo ese influjo,
obedecer es rendirse a ella.
No hacerlo es igual que mentir.

Vivir el deseo de ser rescatado
o de naufragar directamente.
Morir ahogado en pensamiento.
Renacido por labios convencidos...
Dejarse llevar a ese puerto.

Todo perlas que miran,
terciopelo que roza,
comedia que me habla,
poesía que siento mía.

Los barcos se alejan
y otros los devuelve el horizonte.
Gentío, gritos, carreras...
y voces quedas.

Y brilla el aire que
por doquier entra en mi vida.
Respiro suspiros y voces dulces,
canciones cursis de amor tonto,
me alimento de cada rostro delicado y alegre.

Todo por vivir ese deseo
o naufragar directamente.
Morir ahogado en pensamiento
o renacido por labios convencidos.
Me dejo llevar a ese puerto.



ESTO LEERLO SIN MÚSICA, PARA VARIAR.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Empezó con una carta

El papel se le deslizó de entre los dedos y cayó al suelo. Acababa de leer algo que no quería leer, pero a pesar de todo, intuía. Demasiado tiempo sin saber. Demasiada distancia.

Tres años y dos meses. Tres años y dos meses y se despedía así, desde quinientos kilómetros, sin una llamada, sólo una miserable y condescendiente misiva. Cómo se podía ser tan... zorra.

No podía pensar. Recogió el papel del suelo y le echó otro vistazo, sólo que esta vez no vio ninguna letra, sino una escena de dos amantes enredados y sudorosos... y ninguno era él.
Sentía como le empezaba a dominar la rabia mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla. Arrugó el papel y lo tiró con furia contra la pared.

Se quedó sentado en la cama durante un buen rato. No podía pensar. Su cabeza no dejaba de darle vueltas a la escena y ya empezaba a marearse.
Seguía sin poder creerse todo aquello, aunque era obvio que algo había cambiado. Ella se había ido a aquella isla. Le había dicho que necesitaba tiempo para pensar y que no deseaba (¡no deseaba!)que él la acompañase.
Espacio y tiempo para evaluar su relación. Como resultado, un suspenso absoluto.

Pero él la quería, o al menos, eso sentía.
Tampoco había podido pensar en contrario, porque cuanto mayor es la espera, más fuerza cobran el anhelo y el deseo. La consecuencia de todo ello, el resumen, es que ella le había abandonado cuando más ardientemente él la deseaba y la necesitaba.


Consiguió reunir las fuerzas suficientes para incorporarse de la cama y trasladar su cuerpo a la cocina. Abrió la nevera, pero nada allí había que le apeteciese. Verduras, zumo, huevos, agua mineral... pero nada de alcohol. Ninguna botella que contuviese la dosis de autocompasión y olvido que requería la situación.
Decidió pues ponerse los pantalones, calzarse sus Vans y buscar esas dosis en algún bar de la ciudad.



ESCUCHAR CON ESTO... "I Miss You Now" de Stereophonics

domingo, 23 de noviembre de 2008

De un mundo nada distinto

Las cámaras nocturnas, transformadas por sempiternas horas de taciturna autoflagelacion, buscan la comodidad y tratan de reestructurase en este nuevo ambiente creado por el pesar.

Mientras, él se mira en el espejo del armario haciendo muecas estúpidas, pruebas de incoherentes estados de ánimo, al mismo tiempo que se reafirma en su autodestrucción.

Sigue sin poder soportar su ausencia, y el sudor le aferra al mismo día de su marcha, para él, casi una eternidad.
Las mil y una vueltas que da en la cama cada noche, que es siempre la misma que la primera sin ella, es el único deporte con el que, sin fatigar el cuerpo, castiga la mente. Y las ojeras son mudos testigos que reafirman su coartada cuando, cada mañana, le bombardean con preguntas que responde con un gesto, delatando su violácea presencia.

El día es un cúmulo de sonrisas torcidas de simpatía, y tarareos y risotadas de autocomplacencia sumergidas por unas horas gracias a la mística del trabajo, tan fatigante como gratificante. Pero después le sobreviene la noche, y con ella, todos los fantasmas que no habían aparecido durante el día mas que por contadas referencias que recordaran sus vivencias, ahora amargas sin ella; y, llegadas las doce, se encierra en sus cámaras nocturnas y se imagina lo que es dormir.

Cualquier cosa alimenta su recuerdo. El menor comentario, o una imagen congelada avivan su hoguera de desesperación canibal. Una intensa ebullición que nunca se evapora. Sin descanso. Y su cabeza va cruzando medianas continuamente y su cuerpo no para de dar tumbos, sintiéndose apaleado cada día que pasa.

Así un día tras otro, sintiendo que las horas son semanas y comprobando como todo le devuelve al mismo suplicio nocturno sin poder o querer evitarlo.

Y mientras finje dormir, finje soñar banalidades, pero a lo último, el verdadero dormir se impone, así como el verdadero soñar, y no consigue pasar una noche sin ella.


LEE Y ESCUCHA "The Bluebells" de Patrick Wolf

viernes, 21 de noviembre de 2008

Alrededor de las 12

Eran casi las doce cuando levantó la vista hacia el reloj de pared. El control de enfermería de la tercera planta estaba tranquilo; nada comparado con el ajetreo de todo el día. Ahora apenas le quedaban cinco minutos para acabar su turno, aunque no sabía si eso era un alivio. Resopló casi imperceptiblemente. Trató de pasar esos últimos minutos de trabajo sin pensar en nada. Y lo consiguió. También logró dejar su mente en blanco mientras se arreglaba en el vestuario.

Salió a la calle casi sin querer, con desgana. Era una noche agradable, se estaba bien con esa camiseta de tirantes y esa cazadora fina de ante. Sacó un paquete de Chester del bolso y encendió un cigarrillo. Aspiró la primera bocanada profundamente y echó el humo lentamente por la nariz. Empezaba a encontrarse un poco mejor.

El cigarrillo se consumía despacio. Todo iba a una velocidad menor mientras sus pasos le iban acercando a casa. No quería que sucediese de otro modo. En casa estaba Craig, y las cosas ya no eran como antes. Después de un día tan complicado en el hospital ya no le quedaban fuerzas con las que enfrentarse a los últimos estertores de una relación fenecida.

Enseguida se encontró delante del portal. Apuró el cigarrillo y tiró al suelo la pava. Entró, recorrió el pasillo lentamente clavando la mirada en el infinito, y tras unos metros interminables, llegó a la puerta. Puso la mano sobre el pomo y sintió un aire helado atravesándole la espina dorsal. Decidió que no iba a entrar.

En un momento, sus pensamientos se quedaron en suspensión, como si éstos también se hubieran congelado. No sentía nada. No pensaba en nada mientras miraba con gesto inerte su mano apoyada en el pomo. Un par de segundos de tranquilidad hasta que un parpadeo la forzó a ponerse en marcha. Retiró la mano despacio, como luchando por desperezar su cuerpo y alejarlo del hielo que la acababa de poseer por dentro.

Y corrió.



LEER ACOMPAÑADO DEL TEMA "The Youth" de MGMT

jueves, 20 de noviembre de 2008

Niebla

Cuando se disipó la humareda sólo se podía ver el cuerpo de Jerome tendido en el suelo.

Nadie entendía cómo un chico tan inteligente, tan coherente en todo lo que hacía, se había podido meter en un lío semejante.
Unos decían que el sexo con unas faldas demasiado cortas le había nublado la razón, otros, que era demasiado bueno para dejar a alguien en la estacada. Los había que "siempre habían desconfiado de alguien tan callado y prudente". Pocos podían entender que únicamente se trataba de amor.
Aunque todo eso carecía de importancia, porque nadie conocía realmente a Jerome.

Ella entró deprisa. Cerró el paraguas y se lo dio al camarero temblando. Pidió una mesa cerca de la ventana y un martini seco.
Estaba muy nerviosa. Nunca había pensado que él llegaría tan lejos. Pero ahora daba ya todo igual. Estaba muerto... y ella no había hecho nada para evitarlo.
Lágrimas de rimel se deslizaban por sus mejillas, sus dedos martilleaban sin descanso el vaso recién servido y se cerraban entre pausas sobre las manos, hiriéndolas. Él estaba muerto... ¿qué pasaría ahora?


La noche en que todo comenzó, Ellis estaba borracho... como tantas otras noches. Donald, Stuart, Jimmy y Ellis se reunían en McGinley´s para bañar los aconteceres de la semana en litros de alcohol. Era lo mejor después de acarrear sacos, cajas y barras de hierro todo el día en el muelle... y estaban las chicas de Boston College. No se podía pedir más.

Entonces ella entró por la puerta...



CANCIÓN RECOMENDADA TRAS LECTURA: "My Mistakes Were Made For You" de The Last Shadow Puppets.