jueves, 4 de diciembre de 2008

El primer baúl (parte 8)

Vacié mi copa de un trago, decidido a enchufarme cuanto antes la siguiente, y así tratar de olvidar o, por lo menos, aparcar a un lado esos momentos de estupidez. Me di cuenta de que lo mejor era agarrarme una buena curda y pasar la noche riendo.

Parker se estaba preparando ya su próximo lingotazo, así que le pedí que hiciese otro para mí.Angela se levató entonces del sofá. En apariencia, si no conseguías atisbar su expresión de derrota, daba la impresión de que, con su resolución, iba a destrozar a mi colega. Pero nada de eso. Cuando llegó a nuestro lado se limitó a decirle que iba a recoger sus cosas, que le dejaría su teléfono en la mesilla de la habiación, que la llamase enseguida... Luego vino una mirada de súplica, una de las que anhelaban respuesta de espléndido cariño, de verdadera comunicación y comprensión.
Parker, cuyos labios permanecían pegados al vaso de whisky, se limitó a hacer un gesto de extrema indolencia. Ni siquiera la había mirado mientras ella le hablaba. No me dio la más mínima lástima.Vacié mi segundo whisky de un trago.

Angela desapareció del salón. Tenía que salir pronto de aquella casa para poder llorar a gusto.Cuando la vovimos a ver estaba ya en la puerta del apartamento intentando encontrar una buena frase, un frase lapidaria con la que despedirse de su amante. Estaba realmente nerviosa y no le salió nada, así que puso cara de enfado y dio un portazo tras de sí.

Parker y yo nos miramos durante un instante intentando contener la carcajada dentro de nosotros, pero cuando llegó el instante siguiente, fracasamos, y nuestras risas llenaron la habitación.Conducido por ese inercial flujo de cachondeo le conté a Parker, entre alegres sollozos, lo que había pasado con Nadine (ese era el nombre de la bruja). Eso no hizo más que prolongar ese momento, pues ambos empezamos a rajar de la condenada mujer con una pasión casi orgásmica.

Y así nos condujimos casi dos horas, llevando la conversación hacia temas aún más vacuos,y acompañando el viaje con más y más whisky.

Encontrándome en un grado etílico considerable, decidí que había llegado el moento de empezar a darle a las birras del 7-Eleven.
Al segundo intento logré desembarazarme de la atracción del sofá y, tambaleante, entré en la cocina.
En un minuto estaba de vuelta en el salón, con una sonrisa de oreja a oreja y con seis botes de cerveza en las manos. Me senté en frente de Parker y dejé el material en la mesa.
Noté que no dejaba de observarme. Le miré. Parecía preocupado.

- Y ahora, ¿qué vas a hacer?
- Beber -sabía lo que habia querido decir.

Cogí una cerveza, la abrí y le di un buen sorbo.

PROBAR CON "Meanwhile, Rick James" de Cake.

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