jueves, 11 de diciembre de 2008

El segundo baúl (parte 2)

Mi dolor de cabeza había aumentado. Esa sobredosis de pensamientos puros la habían hecho trabajar demasiado. Aún así, logré vencer a la gravedad y me puse de pie.
Cuando conseguí que mis ojos enfocasen fue cuando me atrevía a dar el primer paso en esa habitación.

Me dirigí al amplio ventanal. Éste daba a una terracita que miraba a la calle principal. Me vendría bien un poco de aire fresco.

Hacía mucho calor. En apenas unos segundos ya estaba sudando. Fue entonces, al sentir como una gota de sudor se deslizaba por mi pecho, cuando me di cuenta de que estaba completamente desnudo. Allí, delante de toda la ciudad.

Una sonrisa desafiante empezó a dibujarse en mi cara. Mi corazón palpitaba. Era emocionante. Una sensación nueva. Un escalofrío atravesando mi cuerpo.
Necesitaba hacer algo.
Estiré los brazos. Los puse en cruz. Abrí ligeramente las piernas para tener así mejor base de sustentación. Tomé aire y grité.

Dios mío. Qué feliz me sentí. Todos los viandantes contempleban mi incoherente reacción.
Allí como estaba, desnudo encarándome a la ciudad, me veía como el rey del mundo, capaz de hacer lo que me viniese en gana.

¿Quién era esa gente que me miraba con asombro? ¿Qué podían hacer ellos para impedir que todo lo que yo deseaba fuese mío?
Después de ésto, sólo pude volver a reir y seguir desafiando a aquella gente.

Llevaba un buen rato asomado. Casi un cuarto de hora. Ya se habían reunido un gran número de personas debajo del balcón, así que decidí que ya era suficiente. Entré en la habitación.

Pese a todo lo que había hecho en la terraza no me acababa de sentir del todo bien. Y no era porque la maldita cabeza no cejase en su empeño de volverme loco con sus continuos golpeteos. Era simplemente porque no podía dejar de pensar en lo que haría a partir de ahora. No era el cuestionarme la metafísica o la conveniencia de mis actuaciones, sino el decidir cuales debían de ser esas actuaciones.
Ya tenía claro que habría que reconducirse, pero me faltaba tomar rumbo.

De momento sería bueno refrescarme un poco. La llamada de la ducha fría. Nada de pensar.
Me puse los calzoncillos y cogí una toalla del armario.
Al salir por la puerta me encontré de frente a Parker. Estaba a punto de llamar.

- Veo que vas a darte una ducha Venía para comprobar el estado en el que te encontrabas. Ayer terminamos un poco perjudicados... Sólo quería saber si aún respirabas -empezó a reirse, aunque no de forma enérgica. Se notaba que su cabeza le martirizaba también. Continuó hablando.

- Cuando estés limpio me gustaría saber qué es lo que tienes pensado.

- No tengo ni idea colega, no tengo ni idea. Pero luego hablamos. Creo que si no me meto bajo el agua ahora mismo, me voy a caer redondo.



INDISPENSABLE CON LA LECTURA... "Untouchable" de Rialto.

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